miércoles, 28 de julio de 2010

Reseña: Fay Brown, Denise, “La construcción de identidad en Chemax, Yucatán”

Reseña: Fay Brown, Denise (1998). “La construcción de identidad en Chemax, Yucatán”, en Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, núm. 204, enero-febrero.

La autora aborda en su texto el problema de la construcción de la identidad con relación a una localidad o lugar. Para ejemplificar el desarrollo del concepto de lugar como proceso de construcción de identidades, nos refiere a su investigación realizada en la zona indígena maya de Yucatán: en la comisaría de Chemax. De las preguntas que se plantea la autora, resalta particularmente ¿cuál es la importancia del lugar en la identidad de las personas que viven en esta comunidad? De allí la relevancia de definir la manera en que se re-construyen las identidades cuando la comunidad afrenta influencias externas tales como la modernidad, la desestabilización de la economía local, la migración humana hacia los polos de atracción turística (Cancún), y por consecuencia la recomposición de las estructuras tradicionales locales.
La autora acierta al sostener que muchas veces el sentido de la pertenencia a un grupo social está mediado por la experiencia del lugar. Muchas variables se pueden desprender de aquélla: lo étnico, político, económico, emocional, y cultural. También la autora recalca que los significados del sentido de lugar no son estáticos sino dinámicos y construidos continuamente. El proceso de esto es dialéctico: fuerzas internas que intentan mantener sus estructuras, y fuerzas externas que presionan para el cambio. Todas juegan un papel al momento de definir la identidad de las personas que viven dentro y fuera de la cabecera municipal de Chemax.
Primero se contextualiza históricamente la formación de la comunidad de Chemax. Una de las principales características a resaltar es su ubicación en la zona de conflicto durante el periodo de la llamada “guerra de castas”. Ubicada al oriente de la península de Yucatán –aunque la situación geopolítica de entonces no estaba definida de tal manera, fue sitio de refugio de las comunidades mayas rebeldes. Con el paso del tiempo los grupos rebeldes se desplazaban de la selva a la comunidad de Chemax por “alimentos y mujeres”. Nos menciona la autora que los ancianos que ella entrevistó se referían a estos rebeldes como “indios”; de allí la importancia de la jerarquía cultural al momento de definirse como perteneciente a Chemax: eetcahal Chemax.
En el texto se observa la división de dos momentos históricos que vive la comunidad chemaxeña: el tradicional y el moderno. En el primero, los datos etnográficos e históricos le permiten interpretar a la autora ciertas características de los pobladores chemaxeños: la referencia a su pueblo (in cah), y la jerarquía cultural para diferenciarse de los indios y de los dzules. La membresía a la comunidad de Chemax lleva consigo ciertos requisitos tales como trabajar de agricultor, contribuir a las festividades locales, poseer en sí una propiedad (terreno) para cultivar. El cumplimiento de tales labores garantiza la membresía al pueblo de Chemax, es cuestión de orgullo, de sentido de pertenencia y aceptación a cierto grupo socio-espacial.
Existe otro grupo que vive en el centro de Chemax, pero también tiene residencias en la ciudad de Valladolid. Estas personas no tienen la membresía antes mencionada, sin embargo conviven con los que la tienen; son denominados como los dzules. Hay un tercer grupo que no tienen la membresía chemaxeña, ni tampoco pertenecen a los dzules, son los indios o salvajes llamados así por los chemaxeños. No pertenecen al cah, por lo que no gozan de los privilegios de los adeptos. Aquí es importante el concepto de jerarquía cultural ya que los chemaxeños se refieren despectivamente a los llamados indios al decir que son inferiores estos a los que pertenecen a la comunidad de Chemax. El indio no tiene los requisitos culturales para formar parte de la comunidad chemaxeña, andan con tapa rabos, viven en la selva, no poseen terrenos, y por lo tanto no tienen cah.
El segundo momento histórico se refiere al impacto económico de las nuevas zonas convertidas en polos de atracción de capital extranjero: el caribe mexicano. En este contexto se ha desmantelado las relaciones sociales construidas en base a la referencia del lugar como construcción de la identidad. Las personas se han visto obligadas a migrar a lugares como Cancún para trabajar en la construcción de la infraestructura turística. La referencia al cah si bien no se ha perdido, sí ha sufrido cambios considerables en términos identitarios. Chemax ha pasó a ser una zona marginal regionalmente en la retórica oficial nacional, un lugar de paso hacia el caribe mexicano. La participación de los habitantes a las festividades ha disminuido en su forma “tradicional”, aunque ha tomado otros tintes de organización. La jerarquía cultural como medio de definición ha perdido fuerza, aunque en el lenguaje cotidiano se sigue utilizando términos como indio, dzul, o inclusive la gente chemaxeña vista por los segundos como atrasada.
Ahora bien, la comunidad de Chemax continúa la definición identitaria por la referencia del lugar: el eetcahal. Esto a pesar de no contar con los requisitos antes mencionados. Chemax se pasa a formar parte de a minoría regional que se ubica en la clase y en la etnia. Cabe mencionar que la autora no habla de una estrategia etnopolítica o etnobotánica como en otros grupos humanos, más bien el “ser del pueblo” no parece contradecir las políticas indigenistas nacionales. El recurso de lo étnico en el discurso oficial no siempre toma en cuenta la referencia empírica que tales personas utilizan para definir su identidad en relación a un lugar (cah).

La autora concluye argumentando la importancia del estudio del lugar como herramienta procesual en la construcción de las identidades múltiples. Esto no es para menos, el desplazamiento de grandes grupos humanos obliga a nuevas experiencias del lugar de los afectados ubicados en claras desventajas respecto de otros, y además a re-plantear argumentos teóricos para explicarla. La lógica de mercado marca las pautas y la cadencia de tales movilizaciones. Guerras, conflictos, hambrunas, pandemias, y nuevos miedos surgen cuando un grupo humano es arrancado de su lugar de origen. Sin embargo, el problema no sólo debe ser de interés teórico como menciona la autora, sino también de sentido ético. No se trata sólo de teorizar sobre modos culturales que surgen constantemente, sino participar como investigadores en los procesos de forma política in situ más que ex situ. Es por ello que la mercantilización del conocimiento científico es la última frontera que el investigador debe romper.

Reseña elaborada por Josué Villegas Chim.

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